Acostado, medio tumbado, tiene dos minutos más para vivir.
-No prefieres...?
Iba a toser, se interrumpe, su garganta ruega por aire.
-¿No prefieres la certeza de que no hay nada después? Olvídate de habitar, ciertamente: Un hoyo lleno de fuego, a lo mejor, un paraíso eterno que suena a esta vida multiplicada al infinito.
No. Prefiero olvidarme, poder descansar, la certeza del punto final, el sueño eterno, el olvido definitivo. La ausencia inmortal.
Olvidarme.
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