8.02.2007
[Eventualmente, un cuento corto]
[]
El hombre en el elevador estudia su reflejo en las paredes aceradas.
Baja tantos niveles que sus oidos se tapan apenas a la mitad del
recorrido.
Hay personas que hablan con las computadoras. Puedo identificar
diferentes niveles:
Unos no pueden acercarse al nirvana, otros las entienden, como yo.
Pero hay gente que les habla,
que les da su sangre. El mundo descubrio esto, y despues de asombrarse
ante la siguiente etapa evolutiva humana, los cazo y los apreso.
Llenaron sus cuerpos de tubos de plastico y metal, y pusieron a gente
como yo a escuchar lo que creaban.
Las esfinges, como los profetas de milagros, y nosotros, sus
pitonisas, escuchando pacientemente.
Afuera, nos ven como dioses, y nos vigilan como lo que en realidad
somos: dagas de damasco. La gente que sabe lo que hago habla con otra
gente, y de repente, todo mundo te da esa mirada esquiva cuando vas
por la calle.
Es un trabajo muy aburrido, la verdad: una mezcla de psicologia y
manejo de la información, aunque en su mayoria es esperar. Cuentan que
uno de nosotros espero demasiado, una vez, y por eso Sydney es ahora
un enorme lago lodoso.
No tenemos reportes de algo similar, lo que no es de extrañar, porque
estamos enterrados tan profundo que no reportamos nada nunca. Cuando
descubrimos algo, algo importante deveras, tardamos tres meses en
salir, subiendo nivel por nivel,
mientras cientos de personas se aseguran que los dioses, o partes de
ellos, no salgan al mundo junto con su regalo. Porque quieren salir,
lo gritan sus ojos con esos fulgores rojos que les ha dado estar
encerrados toda su vida.
Cuando el elevador baja un ultimo nivel hasta su destino, el hombre
camina lentamente por un pasillo tapizado de pequeñas esferas, hasta
una puerta de simple roble. no, nada es realmente simple cuando estas
en este nivel, probablemente la puerte alberga algun tipo de avanzado
verificador.
Espera en una habitacion blanca, con su santidad enfrente, viendo
lucecitas ir y venir en varias pantallas,
vigilando que no haya encontrado la forma de entrar a la red y
escaparse, o peór aun, que haya encontrado el punto donde la realidad
y la información se funden, y le de por destruir al mundo.
O rehacerlo. Para casos como esos esta el botón rojo. Te dicen que no
vas a sentir nada, ni tu, ni veinte calles a la redonda. Te dicen que
si no lo aprietas, será aun peor para ti, que ellos lo han visto.
Pero no he oido nada por el estilo en el tiempo que llevo trabajando
con Enrique. Su santidad, perdon.
Desenvuelve una pobre y grasosa excusa de sandwich de un envoltorio
plateado. Los cientos de ojos que lo vigilan desde cada angulo posible
de la habitacion ya estan más que acostumbrados a sus malos habitos
alimentarios y lo más probable es que una buena parte de la gente
detras de esos ciclopes la comparta.
La empresa es más importante que el individuo. La gente es el
gobierno. La empresa es más importante que el gobierno. Trabaja. El
hombre desayuna perezomente, sentado en una silla metalica, único
mueble visible en la celda.
Tambaleandose, estirandose en una danza que parece recien inventada y
totalmente aleatoria, el dios-hombre cuelga del techo, colgado de
cientos de fibras opticas.
Las fibras capturan movimientos de dedos, cadera, y movimientos
oculares antes de que lleguen a su destino y los traducen al mundo
irreal donde el hombre es más dios que hombre.
El resultado de capturar esos impulsos electronicos resulta en una
corrupcion inmediata de los datos enviados por el cerebro hacia el
destino, lo que provoca movimientos imposibles, lejos del resultado
esperado por el cerebro, aunque su dueño nunca se percate de ello,
volando en la info esfera.
Tomé un trozo de vidrio y traze una linea rapida sobre mi dedo, que
mostró una herida limpia de dolor sordo,
y observe los plieges de la carne retraerse para mostrar una pequeña
hemorragia. La herida siguio su curso y despues desaparecio,
como si solo la hubieran proyectado.
//Serg
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